II – ABRIR LA MENTE,
porque la idea puede estar delante de tus narices y no verla hasta que otros la señalen.
Continuando con el post Como empezó todo (o como hacer que se cumplan tus sueños), no vamos a teorizar, os vamos a contar nuestro caso que creo que ilustra más que cualquier divagación sesuda.
Hace un tiempo, nuestro hijo, con algo más de 2 años, tenía un miedo atroz a acercarse a los gigantes de nuestra localidad cuando salían en las fiestas, pero a la vez, le atraían. Así que decidimos ponerle algún video en casa para que los conociera un poco y se acostumbrase a verlos. Le encantaba mirar por la tele cómo bailaban.
Un fin de semana que lo dejamos con sus tíos, el niño pidió ver a los gigantes, y como sus tíos no sabían muy bien lo que pedía, buscaron videos de gigantes por internet, con tan buena suerte que salieron los gigantes de Pamplona. De casualidad. Cuando regresó a casa, el crio sólo quería verlos a ellos.
Visionando los videos con él, nos preguntó cómo se llamaban. Nosotros, que sólo conocíamos a los de nuestro municipio, buscamos por internet y se lo dijimos… ¡qué nombres tan extraños y divertidos!: Joshemiguelerico, Joshepamunda, Sib Ab el Mohame, Esther Arata, Selim pia Elcalzao, Larancha la, Toko-toko y Braulia.
Poco a poco, y tras leer sobre ellos un poco más en la red, también nos engancharon a nosotros. Y continuamos leyendo sobre ellos. Descubrimos entonces que había juguetes de goma de estas figuras, pero antes de comprar la primera pareja, decidimos comprobar si realmente nuestro hijo jugaría con ellos. ¿Cómo? Fabricándole primero unos de andar por casa.
“¿Quieres que papá te haga unos gigantes de juguete?”. “¡Síiiii!”, respondió entusiasmado.
Os partiréis de risa al verlos (los hicimos en 5 minutos escasos), pero no os podéis imaginar el resultado. El niño, emocionado, no los soltaba: los ponía en fila, los bailaba, les daba vueltas…, todo como lo veía en la tele. Y para él eran los mejores gigantes del mundo… ¡si incluso los reconocía, aunque parezca mentira! Otra cosa no, pero imaginación gasta un rato.
Tras un par de días, decidimos mejorárselos. Y nos pusimos manos a la obra.
Os adjuntamos una foto del resultado.

Más grandes, mejor dibujados, coloreados y algo más reconocibles, el crio saltaba de alegría cada vez que terminábamos uno, y nos animaba a ir a por otro. Y lejos de apartar a los primeros, los integraba a todos. Nos sorprendió mucho esa reacción, así que tras unos días de bailoteos intensivos de rollos de cartón y botellas de plástico camufladas, decidimos comprarle su primer gigante: el rey europeo.

¡No podéis imaginar (o quizás sí, si habéis vivido algo similar) su cara cuando los vio por primera vez! Gritos de alegría, saltos, risas, nervios, sorpresa… Era muy complicado para él gestionar tanto sentimiento positivo junto. Y fue increíble para nosotros.
Poco a poco se incorporaron más gigantes de goma a la familia (ya contaremos en otro post cómo se los hicimos llegar), pero echábamos algo en falta: cuentos, que narrasen historias y aventuras de estos personajes, y que cubriesen nuestras expectativas como padres, ya que nos encanta leer, e inculcar este hábito a nuestros hijos, a través de los cuentos, es un valor que potenciamos.
Y nuevamente, sus padres, muy dispuestos, nos pusimos manos a la obra a escribirlo. Cuando tuvimos la historia, nos faltaban las ilustraciones, pero no sabíamos dibujar, y nos planteamos hacerlo por encargo, pero ya habíamos tenido una experiencia así y, aunque estuvo bien, no terminó de llenarnos. Así que papá dijo…”tranquilos, que yo lo intento”. Viendo el resultado de los gigantes, pensaréis que vaya patata iba a quedar, pero me lie la manta a la cabeza, me compré un bloc, unos lápices, y tras leer un poco por internet sobre técnicas de ilustración, decidí empezar a hacer bocetos.
Os aseguro, y lo puedo jurar, que yo no sabía dibujar. Pero me lo tomé en serio: visualicé lo que quería, elegí un modelo (Mohame, de Pamplona) e hice mis primeros bocetos del personaje. Aquí están frente al personaje real.

Yo fui el primer sorprendido con el resultado. Cuando los terminé, los sometí al veredicto del juez experto, mi hijo, y nos quedamos con el tercero.
Le gustaron tanto los dibujos, que cada día me pedía que le dibujase a un gigante, y tras verlo, me hacía ver todos los que ya tenía esbozados desde el primero. Nuevamente era la imagen de la felicidad viéndolos. ¡Y hechos por su papá!
Terminé de realizar los bocetos de los personajes, y comencé con las escenas. Además, por las noches, empecé a seguir tutoriales sobre software de ilustración, hasta que vi uno que me convenció (ya os contaré cual y cómo aprendí desde cero a manejarlo).
Noche tras noche iba dibujando, primero a mano y luego de forma digital, eso sí, en secreto y con nocturnidad, porque iba a ser un regalo de cumpleaños sorpresa, y no estaba dispuesto a quitar tiempo de estar con mis hijos durante el día para hacerlo. Aunque fuera un regalo para ellos, sobre todo porque ese hecho me parece una incongruencia. Disponía de 5 meses para tenerlo terminado y editado… ¡todo un reto para alguien que no había dibujado en su vida!
Y lo conseguimos. Pero no sólo lo conseguimos, sino que el resultado fue espectacular. Y cuando por fin se lo entregamos, en su tercer cumpleaños, nuevamente el nivel de felicidad fue tal que se desbordaba por cada poro de su cuerpecillo. ¡5 veces se lo teníamos que contar cada noche durante los primeros días porque no se cansaba de ver las ilustraciones, ni de que sus papás le contasen la historia una y otra vez! Poco a poco redujimos las veces que lo contábamos hasta una por noche y, con el tiempo, conseguimos volver a tener una variedad en la lectura de cuentos, que por supuesto, incluye relecturas de ¿Dónde está mi corona? de forma periódica.

Esta situación real vivida nos hizo pensar: si nuestro hijo lo ha vivido así, sería bonito compartirlo con otras familias, otros niños, y poder enviar un poquito de esta felicidad infantil a cada casa. A cada familia.
Y así nació la idea para una colección de cuentos ambientada en Mundo Gigante y la creación de la firma Soñando en Gigante.
La conclusión es que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier ámbito de nuestras vidas, puede surgir algo junto a nosotros que nos inspire y motive para comenzar la aventura de emprender. Por lo que si nuestro sueño es crear nuestra propia empresa, sea del sector que sea, debemos entrenar nuestra mente para que esté alerta a cualquier detalle o señal que nos indique por dónde podemos empezar.
Primer ingrediente: ABRE TU MENTE, ESTÁTE ALERTA y ATENTO A LOS DETALLES.
Hasta aquí, el post Abrir la mente, segunda parte de Cómo empezó todo (o hacer que se cumplan tus sueños). No te pierdas el próximo post, que hablaremos sobre el segundo ingrediente para hacer que tu proyecto se haga realidad, que es creer firmemente en lo que estás haciendo.